Las frases de Byung Chul Han son propicias para reflexionar sobre la sociedad de hoy día.
Para este filósofo surcoreano, nacido en 1959, y expertos en temas culturales, el hombre hoy día se explota a sí mismo y cree que se está realizando.
Es por ello que las frases de Byung Chul Han abren una puerta hacia el debate de lo que ocurre en la actualidad.
A continuación, compartiremos algunas frases de Byung Chul Han, quien a través de diferentes entrevistas y ensayos ha revelado la manera en la cual piensa sobre el presente y el futuro.
Frases de Byung Chul Han
Entre las frases más destacadas de Byung Chul Han se encuentran las siguientes:
La sociedad de la transparencia es un infierno de lo igual.
El ‘cansancio fundamental’ suspende el aislamiento egológico y funda una comunidad que no necesita parentesco.
Transparencia y verdad no son idénticas.
El imperativo de la transparencia hace sospechoso todo lo que no se somete a la visibilidad. En eso consiste su violencia.
En la sociedad expuesta, cada sujeto es su propio objeto de publicidad. Todo se mide en su valor de exposición.
Los recientes desarrollos sociales y el cambio estructural de la vigilia están llevando a la sociedad humana más y más profundamente en el desierto.
El capitalismo agudiza el proceso… Se aspira a maximizar el valor de exposición.
La depresión es la enfermedad de una sociedad que sufre de excesiva positividad. Refleja una humanidad librando una guerra sobre sí misma.
La sociedad de la transparencia elimina todos los rituales y ceremonias, en cuanto que estos no pueden hacerse operacionales, porque son un impedimento para la aceleración de los ciclos de la información, la comunicación y la producción.
La sociedad del siglo XXI ya no es una sociedad disciplinaria, sino una sociedad de logros.
El morador del panóptico digital es víctima y actor a la vez. Ahí está la dialéctica de la libertad, que se hace patente como control.
Sus habitantes ya no son sujetos de obediencia, sino ‘sujetos de logro’. Son empresarios de sí mismos.
La preocupación por la buena vida, que también incluye la vida como miembro de la comunidad, está cediendo cada vez más a la simple preocupación por la supervivencia.
No es imperativo solo pertenecer a uno mismo, sino que la presión para lograr eso causa una depresión exhaustiva.
La sociedad del logro crea depresivos y perdedores.
La sociedad de hoy, obsesionada con la limpieza y la higiene, es una sociedad de positividad que siente repugnancia ante cualquier tipo de negatividad. La compulsión higiénica se apodera de otras áreas también. En todas partes, las prohibiciones se anuncian en nombre de la higiene.
El paradigma inmunológico es incompatible con el proceso de globalización.
La historia de la violencia culmina en esta fusión de víctima y perpetrador, de amo y esclavo, de libertad y violencia.
El individuo deprimido es incapaz de estar a la altura; está cansado de tener que convertirse en él mismo.
Para Ehrenberg, la depresión es la expresión patológica de la incapacidad del hombre moderno de convertirse en él mismo. Sin embargo, la depresión también se deriva del apego empobrecido [Bindungsarmut], que es una característica de la creciente fragmentación y atomización de la vida en la sociedad.
En realidad, no es el exceso de responsabilidad e iniciativa lo que enferma a uno, sino el imperativo de lograrlo: el nuevo mandamiento de la sociedad laboral tardía moderna.
Cansancio privado, no nuestro, sino mío por aquí y tuyo por allá.
El neoliberalismo representa un sistema altamente eficiente, e incluso inteligente, para explotar la libertad. Todo lo que pertenece a las prácticas y formas expresivas de libertad –emoción, juego y comunicación– llega a ser explotado.
Los inmigrantes y los refugiados tienen más probabilidades de ser percibidos como cargas que como amenazas.
Toda edad tiene sus aflicciones propias. Así, existió una era bacteriana; a más tardar, terminó con el descubrimiento de los antibióticos. A pesar del temor generalizado de una epidemia de influenza, no estamos viviendo en una era viral. Gracias a la tecnología inmunológica, ya la hemos dejado atrás. Desde un punto de vista patológico, el incipiente siglo XXI no está determinado ni por las bacterias ni por los virus, sino por las neuronas.
Las enfermedades neurológicas como la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno límite de la personalidad (DBP) y el síndrome de agotamiento marcan el paisaje de la patología a principios del siglo XXI.
El ser humano depresivo es un animal laborans que se explota a sí mismo, y lo hace voluntariamente, sin restricciones externas.
La queja del individuo depresivo, «nada es posible» solo puede ocurrir en una sociedad que piensa «nada es imposible».
Si el sueño representa el punto más alto de la relajación corporal, el aburrimiento profundo es la cima de la relajación mental. Una carrera puramente agitada no produce nada nuevo. Reproduce y acelera lo que ya está disponible.
El sujeto-logro se encuentra luchando consigo mismo.
El depresivo ha sido herido por la guerra interiorizada.
La depresión es la enfermedad de una sociedad que sufre de excesiva positividad.
En el curso de la aceleración general y la hiperactividad también estamos perdiendo la capacidad de ira.
Ahora uno se explota a sí mismo figurándose que se está realizando; es la pérfida lógica del neoliberalismo que culmina en el síndrome del trabajador quemado.
Ya no hay contra quien dirigir la revolución, no hay otros de donde provenga la represión.
Sin la presencia del otro, la comunicación degenera en un intercambio de información: las relaciones se reemplazan por las conexiones, y así solo se enlaza con lo igual.
La comunicación digital es solo vista, hemos perdido todos los sentidos; estamos en una fase debilitada de la comunicación, como nunca: la comunicación global y de los likes solo consiente a los que son más iguales a uno; ¡lo igual no duele!.
He cultivado un jardín secreto que me ha dado contacto con la realidad: colores, olores, sensaciones… Me ha permitido percatarme de la alteridad de la tierra: la tierra tenía peso, todo lo hacía con las manos; lo digital no pesa, no huele, no opone resistencia, pasas un dedo y ya está.
Ser observado hoy es un aspecto central de ser en el mundo.

El narcisista es ciego a la hora de ver al otro.
Uno se siente libre en las relaciones de amor y amistad. No es la ausencia de vínculos, sino los vínculos mismos lo que nos liberan. Libertad es una palabra que pertenece a las relaciones por excelencia. Sin agarre no hay libertad.
En las redes sociales, la función de los “amigos” es principalmente la de realzar el narcisismo al prestar atención, como consumidores, al ego exhibido como mercancía.
La cultura presupone un entorno en el que es posible una atención profunda. Cada vez más, esta reflexión inmersiva está siendo desplazada por una forma de atención completamente diferente: la hiperactividad.
La violencia de la positividad no priva, satura; no excluye, agota.
Lo que resulta problemático no es la competencia individual per se, sino su autorreferencialidad, que se convierte en competencia absoluta. Es decir, el sujeto del logro compite consigo mismo; sucumbe a la compulsión destructiva de superarse una y otra vez, de saltar sobre su propia sombra. Este autocontrol, que se hace pasar por libertad, tiene resultados mortales.
El cansancio profundo afloja las restricciones de la identidad. Las cosas parpadean, centellean y vibran en los bordes. Se vuelven menos determinados y más porosos y pierden algo de su resolución. Esta particular diferencia les da un aura de amistad. Se suspende la delimitación rígida con respecto al propio entorno.
Ahora, bajo el régimen neoliberal de autoexplotación, la gente está volviendo su agresión contra sí misma. Esta autoagresividad hace que los explotados no estén tan inclinados a la revolución como a la depresión.
Hoy vivimos en un mundo muy pobre en interrupciones; Faltan ‘intermedios’ y ‘entre tiempos’.
La era de la prisa, su sucesión cinematográfica de presencias puntuales, no tiene acceso a la belleza ni a la verdad. Sólo en una contemplación prolongada, incluso en una moderación ascética, las cosas descubren su belleza, su esencia fragante. Consiste en sedimentos temporales que emiten un resplandor fosforescente.
Frente a la infinitud del tiempo, la breve vida humana es una nada.
Estas son algunas de las más significativas frases de Byung Chul Han, profesor de arte en Berlín y quien se ha interesado en la sociedad del cansancio y la depresión.
- Han, B. C. (2014). Psicopolítica: neoliberalismo y nuevas técnicas de poder. Herder Editorial.
- Han, B. C. (2020). The burnout society. Stanford University Press.
- Han, B. C. (2017). La sociedad del cansancio: Segunda edición ampliada. Herder Editorial.
- Han, B. C. (2020). The transparency society. Stanford University Press.