Neurociencias del adolescente y la violencia

Redactado por Juan Antonio Barrera Méndez . Artículo revisado, actualizado y verificado por nuestro equipo de psicólogos por última vez el 7 octubre 2024.
La neurociencia explica la relación entre la adolescencia y la violencia, un periodo de riesgo y desafío para padres y educadores.

Adolescencia un periodo singular y natural de riesgo, violencia y otras consideraciones.

Los jóvenes hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan al respeto a sus maestrosSócrates (470 AC-399 AC) Filósofo griego.

Adquirir desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca importancia: tiene una importancia absolutaAristóteles (384 AC-322 AC) Filósofo griego.

Los jóvenes de hoy no parecen tener respeto alguno por el pasado ni esperanza ninguna para lo porvenirHipócrates (s. V AC-s. IV AC) Médico griego.

Desde la antigüedad se ha pensado que las conductas arriesgadas, alocadas o violentas de los adolescentes se debía a un mal funcionamiento de su cerebro. Sin embargo, esto no es así. Simplemente en su proceso de desarrollo cerebral pasan por una serie de ajustes tanto en su estructura como en su funcionamiento. Tener una comunicación adecuada o una madurez en la expresión de las emociones (amígdala cerebral) y los impulsos es cuestión de raciocinio (corteza prefrontal). Y, es un proceso que tiene dos condiciones: el desarrollo estructural de las zonas correspondientes y una adecuada interconexión y transmisión de información física, química y eléctrica entre esas zonas. Esta característica les pone en una situación muy particular que no se vive en otras etapas de la vida; los hace ser arriesgados, sociables y vulnerables a conductas de riesgo, violencia y a estar expuestos a diferentes condiciones mentales.

Atravesar por la adolescencia debería considerar como conducta de análisis toda una gama de posibilidades; se destacan entre ellas la familia, la crianza, la personalidad, el ambiente. Y, un enfoque multidisciplinario desde la perspectiva de: las neurociencias, la sociología, la psicología (clínica y social), la economía, la religión, la política, la cultura y muchas más.

A lo largo del ciclo vital, el ser humano enfrenta cambios internos y externos, que pueden o no compartirse con otros y que, en no pocos casos, propician la aparición de problemas psicopatológicos inmediatos y mediatos. La infancia y la adolescencia siguen considerándose como fundamentales para entender diversos fenómenos que se aprecian de manera más tangible en la vida adulta, independientemente de que puedan o no llegar a tener manifestaciones patológicas (De la Fuente & Heinze, 2015).

La línea entre el desarrollo de la adolescencia, las conductas de riesgo (consumo de drogas, episodios de violencia, embarazos no deseados, etc.) y las enfermedades mentales (anorexia, bulimia, trastorno antisocial, trastornos de ansiedad, depresión, etc.) puede ser muy delgada, pero podemos recurrir al siguiente criterio para saber sí se requiere del apoyo de un especialista. Y, no se trata solo de una situación propia de la adolescencia que pueden resolver los padres.

Los cuatro ejes a continuación están basados en los procedimientos para diagnósticos, actuales utilizados en la comunidad de salud mental, y estos son:

  • Perturbación: Es la experiencia de dolor físico o emocional y es común en la vida. Algunas veces el nivel de dolor es tan grande que al individuo le cuesta mucho trabajo funcionar. El dolor psicológico, como la depresión profunda o la ansiedad intensa, es tan grande que algunas personas no pueden sobrellevar las tareas de la vida diaria.
  • Deterioro: A veces la persona no se siente perturbada, incluso puede suponer que se siente bien (como sucede con algunas personas cuando consumen alguna droga). Sin embargo, el deterioro implica una reducción en la habilidad de la persona para funcionar a un nivel óptimo o incluso a un nivel promedio.
  • Riesgo para los demás y para sí mismo: En este contexto, el riesgo se refiere a un peligro o a una amenaza al bienestar de una persona amenazando el propio bienestar físico o emocional o el de otras personas.
  • Conducta social y cultural inaceptable: Son conductas que están fuera de las normas del contexto social y cultural donde se presentan (Halguin & Krauss, 2004).

De la niñez a la adolescencia

La capacidad de aprendizaje que tiene un bebé es asombrosa: en menos de tres años: gatea, camina, asimila un lenguaje y aprende a relacionarse con su medio.

Sin embargo, un cerebro que se adapta rápidamente a los cambios, es también vulnerable a las hostilidades del entorno durante su crecimiento y aún en la edad adulta.

Un niño pequeño que continuamente vive experiencias de tensión (como son el abandono, el maltrato o incluso el terror), experimenta cambios físicos en su cerebro. El flujo continuo de sustancias químicas relacionadas con conductas que producen tensión, tiende a reestructurar el funcionamiento del cerebro, poniendo su sistema de defensa en un estado de constante alerta (Duhne, 2000).

Sarah Jayne Blakemore, Profesora del Neurociencias Cognitivas de la University College London, señala que: La plasticidad del cerebro – su capacidad de adaptarse continuamente a nuevas circunstancias – depende críticamente de cuánto se usa (Germánico, 2009). Y también señala, en cuanto desarrollo cerebral, la madurez no llega hasta los 20 o incluso a los 30 años. La adolescencia se define cómo el periodo de la vida que comienza con los cambios biológicos, hormonales, físicos de la pubertad y termina a la edad en la que el individuo consigue un rol estable, independiente en la Sociedad (Blakemore, 2013). Como puede observarse la adolescencia puede ser muy prolongada.

El cerebro aprende y se adapta a nuevos aprendizajes buenos o malos (plasticidad cerebral), dependiendo también de la edad, la repetición de conductas, de llevar una alimentación adecuada, y de entrenarlo constantemente. Definitivamente de exponerlo a un ambiente positivo (aprender a tocar un instrumento o hablar un idioma) o negativo (adiestrar para la guerrilla). Por decirlo así, es el proceso de aprender a aprender.

Así como la salud mental forma parte de la salud integral, la medicina psicológica forma parte de la medicina general. Porque si bien la biología es insustituible en la aproximación al estudio de las personas, sanas o enfermas, lo son también su psicología y el medio ambiente en el que se desenvuelven (De la Fuente & Heinze, 2015).

Definiciones históricas sobre la agresión

No existe un acuerdo universal sobre la definición de la agresión. Sin embargo, sí hemos encontrado un acuerdo en clasificar algunas conductas como agresivas.

Sangrador (1982) resume estas conductas de una manera muy sencilla, se habla de una conducta agresiva cuando: 1) se trata de una acción cuyo objetivo es dañar a alguien, 2) que el individuo a quien se intente dañar desee evitar el daño y 3) que se trate de una conducta socialmente definida como agresiva.

Las teorías del siglo pasado para explicar la agresión va desde las instintivas como la del etólogo Konrad Lorenz en donde esta energía necesita descargarse en alguien y su objetivo final es la supervivencia.

Por su parte, Sigmund Freud, suponía que la naturaleza humana era guiada por fuerzas primitivas, sexuales y agresivas (pulsiones instintivas de vida Eros y Tánatos muerte) escondidas en la mente de todos los seres humanos. Fuerzas qué, de no ser controladas, llevarían a los individuos y a las sociedades al caos y a la destrucción (Curtis, 2002). ¿Si somos violentos por naturaleza? poco puede hacerse para reducir la agresión humana.

Otro formato que se contrapone con los anteriores fue el propuesto por John Dollard y Neil Miller de la Universidad de Yale, se conoce como el modelo “frustración-agresión”, pero no siempre existe una frustración para que después se presente una agresión.

Para la segunda mitad del siglo anterior, los teóricos del aprendizaje social, postularon que la agresión es aprendida. Y, que es, una conducta social adquirida como cualquier otra y en la que el ambiente o los factores sociales pueden explicarla.

Una de las definiciones sobre la agresión más aceptada es cualquier forma de conducta que intenta dañar o lastimar a alguna persona, a uno mismo o a un objeto (Björk & Niemelä, 1992).

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Charles Manson, su nombre es sinónimo de maldad, evoca los miedos más tenebrosos. Los asesinatos de Manson son más que matanzas horribles son crímenes únicos dice el psiquiatra de la Universidad de Columbia, Michael Stone, donde adolescentes que no mostraron ningún tipo de violencia, fueron forzados por este líder malvado y los convirtió en asesinos. La vida de Charles Manson, estuvo llena de rechazos y abandonos.

A menudo el odio y la furia hacia la sociedad son producto de un rechazo significativo que se sufrió en la infancia. Fue un hijo no deseado, nunca conoció a su padre, su madre lo deja por días o semanas a cargo de cualquier persona que lo reciba incluso extraños y la madre lo regala a una camarera a cambio de cerveza. Es una persona insignificante rechazada por su familia y por la sociedad, eso enseñó a Manson, que la única forma de ser reconocido para validar su existencia es actuando de una manera cada vez más destructiva (Stone, 2016).

Eric Harris y Dylan Klebold, en 1999, estos jóvenes ingresaron a su escuela con dos escopetas, una pistola, una bomba casera y varios dispositivos explosivos; con todo esto, los adolescentes realizaron numerosos disparos en la cafetería y en la biblioteca, matando a 13 personas e hiriendo a 24 alumnos. Ese mismo día ambos se suicidaron en la biblioteca (Mundo.com, 2017). Ambos habían sufrido un rechazo general por parte de sus compañeros del instituto. Eric Harris sentía un gran odio hacia todas las personas, y Dylan Klebold tenía una depresión muy fuerte, ya que decía que la vida le había tratado mal y que nunca encontraría la felicidad. Eric era un chico simpático, delgado y de excelentes calificaciones académicas, introvertido, no muy expresivo con los demás, y se encerraba en su grupo de amigos.

A pesar de estas características, Eric guardaba un gran odio, el cual expresaba escribiendo en su diario o en su sitio web. Las primeras investigaciones posteriores a la masacre indicaron que Harris y Klebold eran víctimas de acoso escolar en Columbine. Los demás estudiantes los rechazaban, ya que no eran chicos «normales»; vestían de modo diferente a la mayoría de los alumnos; eran torpes practicando deportes y no tenían muchos amigos; de hecho, los llamaban «The Outcasts» (excluidos). En uno de sus videos, mientras caminan por los pasillos de la escuela (un amigo de ambos sostiene la cámara), se acerca un grupo de chicos populares (jocks, los cuales Eric y Dylan se aseguraron de asesinarlos) (Wikipedia, 2017).

Brenda Ann Spencer es una asesina convicta que, con 16 años, protagonizó un tiroteo con varios heridos y dos víctimas mortales en un colegio estadounidense el lunes 29 de enero de 1979. Hirió a ocho niños y a un oficial de policía, asesinó al director de la Cleveland Elementary School, Burton Wragg, y al conserje, Mike Suchar, de la misma institución en San Diego, California mientras disparaba al azar apuntando hacia dicha escuela desde una de las ventanas de su casa que estaba frente al edificio (Wikipedia, 2017).

Esta chica tenía todo en la vida para ser feliz, pero lo perdió por un regalo de Navidad. En las fiestas navideñas de 1978, Brenda recibió como regalo de parte de sus padres, un rifle, y la verdad no entendemos qué tipo de regalo puede ser ese. En enero de 1979, la extraña joven decidió utilizar el arma en su escuela, hiriendo a ocho niños y matando a dos profesores que intentaron evitar la tragedia. Cuando se le preguntó por qué lo hizo su respuesta fue: «No me gustan los lunes» (Mundo.com, 2017). Brenda Ann mencionó también: “Sólo lo hice para animarme el día», añadiendo a continuación, «No tengo ninguna razón más, sólo fue por divertirme, vi a los niños como patos que andaban por una charca y un rebaño de vacas rodeándolos, así que eran blancos fáciles para mí» (Wikipedia, 2017).

En 2001 acusó a su padre, Wallace Spencer, de haberla sometido borracho a palizas y abusos sexuales. Él negó todas las acusaciones.

Neurociencias y violencia

A partir del trabajo en Neurociencias se han dado algunas explicaciones sobre el cerebro y los comportamientos de agresión:

  • Nicolini, de la UNAM, señala que presentan descargas eléctricas anormales en el lóbulo temporal o alteraciones en el lóbulo frontal derecho del cerebro, además de elevados niveles de testosterona (hormona que activa los circuitos del sexo y la agresividad (Brice, 2000).
  • Guido Frank (2007), en la Universidad de California, menciona la relación entre las actitudes violentas y la agresividad: Los adolescentes del estudio considerados violentos, reaccionan con miedo y pierden capacidad de razonamiento y autocontrol cuando se les muestran imágenes de rostros amenazantes. Mostraron una mayor actividad en la amígdala cerebral (centro de las emociones) y una menor actividad en el lóbulo frontal, región cerebral vinculada a la capacidad de razonamiento y de toma de decisiones, así como al auto-control (Castro-Pera, 2007).
  • Björkqvist (1992), en un estudio de estilos agresivos usados por los adolescentes de Finlandia encontraron que agresión verbal (por ejemplo, gritar, insultar, decir apodos) es la más usada por niños y niñas. Los niños despliegan más agresión física (golpear, patear, empujar), mientras que las niñas utilizan formas más indirectas de agresión (chismear, escribir notas crueles acerca del otro, contar historias malas o falsas).

Estructural y funcionalmente como se puede observar en todos estos ejemplos de adolescencia y conductas violentas, la comunicación entre las emociones, los impulsos y el autocontrol y sentir empatía son parte del conflicto. Estas mismas zonas en una persona con una mejor regulación de las emociones y razonando las consecuencias de cometer un acto violento en contra de otra persona, le haría detenerse y no llegar a consecuencias desastrosas, lastimando a alguien más.

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Una de las regiones del cerebro que cambia más dramáticamente durante la adolescencia es la corteza prefrontal. La corteza prefrontal es un área interesante del cerebro. Es proporcionalmente mucho mayor en humanos que en cualquier otra especie, y está involucrada en funciones cognitivas de alto nivel: la toma de decisiones, la planificación (lo que vamos a hacer mañana o la próxima semana o el próximo año), inhibición del comportamiento inapropiado, conteniéndonos de decir, algo muy grosero o de hacer algo muy estúpido. También está involucrado el entendimiento de otras personas, y la autoconciencia. En el trabajo de laboratorio, la corteza prefrontal mesial (área justo en medio de la corteza prefrontal) muestran que la actividad en ésta área disminuye durante el periodo de la adolescencia (Blakemore, 2013).

El cerebro de los adolescentes

Metafóricamente si pensamos en las neuronas como un árbol, un roble, el tronco sería el axón y las ramas las dendritas, y el cerebro de los adolescentes primero necesita engrosar su tronco, tener muchas ramas, y al llegar a la madurez, conservar la fortaleza de su tronco, podar las ramas que no dan frutos y quedarse únicamente con las que si los darán.

Para llegar a la madurez necesaria el cerebro de los adolescentes sufre cambios sustanciales:

  1. los axones se van engrosando con una sustancia grasosa y aislante llamada mielina (es la materia blanca del cerebro) para mejorar la corriente eléctrica y su velocidad de transmisión aumenta hasta 100 veces,
  2. Las ramas de las cabezas de las neuronas que se usan para establecer comunicación con otras neuronas crecen también, pero a medida que vamos creciendo se perderán esas ramas (poda neuronal) y solamente quedarán aquellas verdaderamente importantes para realizar las conductas aprendidas,
  3. este cambio en la estructura del cerebro parte desde la nuca (las zonas más cercanas al tallo cerebral) hasta la frente (área frontal) comprende en principio las áreas más sensoriales como la visión (localizada en el área occipital, arriba de la nuca) pasando por las zonas relacionadas con el movimiento, llegando finalmente a la corteza prefrontal una zona más evolucionada,
  4. el mismo procedimiento de poda y engrosamiento neuronal llega al área que une los dos hemisferios cerebrales, llamado cuerpo calloso y
  5. para cerrar con broche de oro el director de la orquesta (hipocampo) se encarga de coordinar todos los procesos de memoria con todas las zonas del cerebro implicadas con el fin de establecer metas conductuales y comparar planes diferentes; el resultado es que nos volvemos más hábiles para integrar la memoria y la experiencia a nuestras decisiones.

Al mismo tiempo, las zonas frontales desarrollan mayor velocidad y conexiones más ricas, permitiendo generar y sopesar muchas más variables y planes que antes (Dobbs, 2011).

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Trastornos de la personalidad más comunes en la adolescencia

Un rasgo de la personalidad es un patrón permanente de percepción, relación y pensamiento acerca del ambiente y de los demás, y que distingue a una persona de otra, por ejemplo, Rubén es muy enojón, mientras Francisco es muy simpático.

Un trastorno de la personalidad implica también un patrón desadaptado y duradero de experiencia interna y de conducta, que data de la adolescencia o de la adultez joven, y que se manifiesta en al menos dos de las siguientes áreas: 1) cognición, 2) afectividad, 3) funcionamiento interpersonal y 4) control de los impulsos. Este patrón inflexible se hace evidente en diversas situaciones personales y sociales, y provoca malestar o deterioro (Halguin & Krauss, 2004).

Las personas con trastornos de personalidad suelen sentirse infelices y desadaptados. Quedan envueltos en un círculo vicioso de interacción social, su comportamiento irrita a los demás y los demás los irritan por su comportamiento. En la literatura especializada pueden distinguirse varios de ellos, lo cual dificulta su precisión, destacan:

  1. el paranoide, el esquizoide, el esquizotipico, comparten la presencia de una conducta rara y excéntrica.
  2. el antisocial, el límite, el histriónico, el narcisista, son personas en extremo dramáticas, emocionales y erráticas o impredecibles.
  3. el evitante, el dependiente y el obsesivo-compulsivo, tienen conductas ansiosas y de temor.

De manera particular el trastorno antisocial está asociado a la infancia pasando por las demás etapas y persiste la mayor parte de la edad adulta. Se manifiesta en niños o adolescentes: incontrolables, impulsivos, inquietos, distraídos y en general violentos. Con problemas en su ambiente: la casa, la escuela y el vecindario.

Los rasgos centrales de la personalidad de adolescente con conflictos derivados del trastorno antisocial: incluyen labia y encanto superficial, autovalía grandiosa, tendencia a las mentiras patológicas, falta de empatía, de remordimientos y de disposición para responsabilizarse de los propios actos. El estilo de vida antisocial gira alrededor de la impulsividad, característica que puede conducir a conductas expresadas en un estilo inestable, delincuencia juvenil, problemas conductuales tempranos, carencia de metas realistas a largo plazo y la necesidad de estimulación constante (Halguin & Krauss, 2004).

La influencia del ambiente

La neurociencia social hoy día, estudia la relación entre los procesos neurológicos del cerebro y los procesos sociales. Este análisis no solo enfatiza cómo el cerebro influye en la interacción social, sino también cómo la interacción social puede influir al cerebro (Franzoi, 2003). Una persona sana en un ambiente adverso tarde o temprano le atrapará y un ambiente sano tiene más posibilidades de rehabilitar a una persona emocionalmente enferma. Y, en el mejor de los casos podrá mantener sana a una persona emocional y físicamente sana.

Una de las estrategias que activan de forma más natural los adolescentes para hacer frente a las tensiones en la vida social (escuela y vecinos) frente al alejamiento de los lazos familiares es buscar la compañía de los pares y los amigos.

Mientras no se encuentra dentro de un grupo, el adolescente se siente perceptualmente excluido, con desesperanza y la vida social se vuelve complicada y padece al no sentirse  en la pertenencia de uno. Estar integrado dentro de algún grupo, es como una conducta social de certificación tribal que les da fuerza social y les hace proclives a pagar un costo. Un adolescente en solitario, es completamente distinto cuando está bajo la influencia del grupo.

En cualquier grupo que sea más o menos uniforme en cuanto a estilo, raza, moda y clase social, habrá siempre un miembro que sea más duro que los demás, otro más listo, otro más sensible, otro más temerario, otro más tímido, etc., y cada uno de estos representa la dureza, la listeza, la sensibilidad, la temeridad, la poquedad, etc., que hay en todos y cada uno de los miembros. El que los demás le acepten a uno y el poder mantener su rango dentro del grupo son cosas importantísimas. La traición y el engaño resultan dolorosísimos. Dentro del grupo también se compite y se hacen esfuerzos por mejorar de rango, pero no con tanta intensidad que se ponga en peligro la cohesión del grupo (Waddell, 1998).

Los adolescentes corren riesgos, a veces están de mal humor, son muy vergonzosos. Hoy tratamos de entender sus conductas en términos de los cambios subyacentes que ocurren en su cerebro. Son particularmente propensos a correr riesgos cuando están con sus amigos. Hay un impulso importante para llegar a ser independiente de los padres y para impresionar a los amigos en la adolescencia. Pero ahora intentamos entender eso en términos del desarrollo de una parte del cerebro llamada Sistema límbico y está involucrado en las tareas como el procesamiento de emociones y el procesamiento de recompensas. Nos da la sensación de recompensa al hacer cosas divertidas, incluyendo correr riesgos y la corteza prefrontal que nos impide correr riesgos está todavía en proceso de desarrollo en los adolescentes (Blakemore, 2013).

La singularidad del cerebro adolescente

El sistema límbico, que rige la emotividad, se exacerba en la pubertad. En cambio, la corteza prefrontal, que pone freno a los impulsos, no madura hasta los veintitantos años. Este desfase, que lleva a los jóvenes a adoptar conductas arriesgadas, les permite también adaptarse pronto a su entorno. En la actualidad, los niños están llegando antes a la pubertad, y el periodo de desajuste se amplía.

Los estudios más recientes señalan que los comportamientos temerarios surgen por un desfase entre la maduración de las redes del sistema límbico, que impele las emociones, y las de la corteza prefrontal, responsable del control de los impulsos y del comportamiento juicioso. Se sabe ahora, que la corteza prefrontal continúa experimentando cambios notorios hasta bien entrada la veintena. Parece, además, que la pubertad se está anticipando, lo que prolonga los “años críticos” de desajuste. La plasticidad de las redes que conectan entre sí distintas regiones cerebrales, y no el crecimiento de tales zonas, como se pensaba, resulta clave para alcanzar en última instancia el comportamiento adulto (Giedd, 2015).

Este tipo de análisis para estudiar el cerebro en vivo es posible debido a las técnicas como la resonancia magnética funcional, los electroencefalogramas, las cromatografías líquidas, los electroencefalógrafos magnéticos y otras más.

La forma en cómo se conectan las diferentes áreas cerebrales y sus neuronas, son comprobadas mediante la teoría de grafos, una rama de las matemáticas que cuantifica la relación entre “nodos” y “enlaces” de una red. Los nodos son cualquier objeto o entidad detectable, trátese de una neurona, una estructura cerebral como el hipocampo, o una región más extensa, como la corteza prefrontal. Los enlaces corresponden a las conexiones entre nodos, ya sean materiales como las sinápsis, o correlaciones estadísticas como cuando dos partes del cerebro se activan de forma similar durante una tarea cognitiva (Giedd, 2015).

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Reflexión final

Tener un mayor conocimiento de la estructura y del funcionamiento del cerebro adolescente, nos permitirá tener estrategias terapéuticas más eficientes para orientar a padres, maestros y consejeros sobre el límite entre las conductas de riesgo habituales a esta edad y las enfermedades mentales o las conductas de riesgo a las que están expuestos.

Un cerebro maduro requiere no solo el desarrollo de las diferentes áreas involucradas, sino también del cableado neuronal y la transmisión de información física, química y eléctrica adecuada para regular el control de las emociones, el impulso y poder planear las gratificaciones hacia el futuro, y tener empatía hacia los otros. Y, cuando se ha logrado esto y la independencia de los padres, es decir, cuando se es autosuficiente, entonces se dice que la persona ha dejado de ser adolescente. Sin embargo, en la actualidad esto sucede muchas veces cuando los jóvenes llegan a los 30 años o más.

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Juan Antonio Barrera

Psicólogo terapeuta individual y de pareja. Ha sido, durante más de 16 años, profesor e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (México D. F.) en el área de Psicología. Participa como conferenciante en su país y el extranjero, también destaca como especialista en televisión, radio y otros medios. Es escritor de varios libros.