Mal del espanto, causas, síntomas y tratamiento

Redactado por Marta Guerri . Artículo revisado, actualizado y verificado por nuestro equipo de psicólogos por última vez el 25 noviembre 2025.
Este síndrome cultural refleja cómo un miedo intenso puede manifestarse físicamente cuando se interpreta como la pérdida temporal del alma.

Es probable que hayas escuchado historias sobre alguien que enfermó tras un susto repentino o una impresión muy fuerte, sintiendo que una parte vital de sí mismo se había ‘desconectado’. Esta experiencia, profundamente arraigada en muchas comunidades de México y Centroamérica, describe un sufrimiento real donde el cuerpo y la mente reaccionan intensamente ante una amenaza percibida.

La psicología y la antropología médica han estudiado durante décadas cómo estas manifestaciones coinciden con respuestas de estrés agudo, mostrando que las creencias culturales moldean la forma en que expresamos y entendemos el dolor emocional. Lejos de ser una simple superstición, se trata de una respuesta compleja del organismo que requiere atención y comprensión.

En qué consiste el mal del espanto

El mal de espanto es un fenómeno psicológico que actúa como un puente entre las creencias tradicionales y la salud mental contemporánea. En muchas regiones de Latinoamérica, se concibe como una condición o trastorno provocado por un suceso impactante que desestabiliza la integridad de la persona. No se trata de un simple miedo pasajero, sino de un estado duradero de malestar que afecta la capacidad de vivir con normalidad.

Desde la perspectiva de la psicología moderna y en manuales diagnósticos como el DSM-5, este cuadro se clasifica dentro de las ‘explicaciones culturales del malestar’. Esto significa que, aunque la psiquiatría lo pueda relacionar con trastornos de ansiedad o estrés agudo, reconoce que la forma en que la persona vive y narra su sufrimiento está determinada por su cultura. No es una invención, sino una manera específica de experimentar el trauma donde el cuerpo y la mente responden al unísono ante una amenaza percibida.

Entender el mal de espanto requiere validar ambas visiones sin que una anule a la otra. Para quien lo padece, la explicación espiritual es tan real como los síntomas físicos que experimenta. Reconocer esta dualidad es el primer paso para ofrecer un apoyo efectivo, ya que permite abordar el problema desde el respeto a la cosmovisión del individuo y, al mismo tiempo, aplicar herramientas clínicas que alivien la sintomatología.

La visión tradicional: el susto y la pérdida del alma

En la medicina tradicional mexicana y de otros pueblos originarios, el espanto se define fundamentalmente por la salida de una esencia vital del cuerpo. Dependiendo de la etnia, esta energía recibe nombres distintos, como tonalli en la cosmovisión nahua. Se cree que, ante una impresión súbita o un peligro inminente, esta fuerza abandona a la persona, dejándola vulnerable y ‘hueca’.

La experiencia subjetiva de quienes atraviesan este proceso suele describirse como una sensación profunda de vacío interior o de no estar completamente presente en la realidad. No es raro escuchar a los afectados decir que ‘no se hallan’ o que sienten una desconexión extraña con su entorno inmediato, como si vivieran en un estado de letargo espiritual.

Esta interpretación cultural otorga un sentido lógico al sufrimiento. Si la esencia vital no está en su sitio, el cuerpo físico comienza a fallar y las emociones se apagan. Por ello, la lógica de la curación tradicional se centra en recuperar lo perdido y reintegrarlo, devolviendo así el equilibrio y la salud a quien ha sufrido el susto.

La explicación psicológica: estrés y trauma

Desde la psicología clínica, los síntomas atribuidos al espanto se entienden como una respuesta fisiológica y emocional ante una situación de peligro. Cuando enfrentamos una amenaza, el cerebro activa mecanismos de supervivencia conocidos como ‘lucha o huida’. Si esta energía movilizada no se libera adecuadamente o el evento es demasiado abrumador, el sistema nervioso puede quedar en un estado de alerta permanente o, por el contrario, de desconexión.

Lo que la tradición llama ‘pérdida del alma’ guarda una estrecha similitud con lo que la psicología denomina disociación o embotamiento afectivo, frecuentes en el trauma. La persona se siente desconectada de sus emociones y de su cuerpo como mecanismo de defensa ante el dolor o el miedo intenso que experimentó durante el evento traumático.

Además, el cuerpo suele expresar el conflicto psicológico a través de la somatización. El malestar emocional no procesado se transforma en dolores físicos, fatiga o problemas gástricos. Así, la explicación científica no contradice la experiencia del paciente, sino que ofrece un marco biológico y cognitivo para entender por qué un susto fuerte puede derivar en una enfermedad real y tangible.

Signos y síntomas

Identificar este síndrome implica observar una serie de cambios en el estado de ánimo y en el funcionamiento mental que pueden no aparecer inmediatamente después del suceso desencadenante. A veces, el cuadro se manifiesta días o incluso semanas después del mismo, lo que puede dificultar la asociación directa para quien no está familiarizado con el concepto. La tristeza profunda es una de las características más habituales, acompañada a menudo de una sensación de pesimismo o falta de interés por la vida.

A nivel cognitivo y del sueño, las alteraciones son frecuentes y perturbadoras. La persona puede sufrir insomnio persistente o, si logra dormir, despertarse sobresaltada por pesadillas recurrentes relacionadas o no con el evento traumático. Este estado de hipervigilancia nocturna contribuye al agotamiento general y a la sensación de debilidad durante el día.

Es habitual encontrar las siguientes manifestaciones emocionales y mentales:

  • Ansiedad y nerviosismo: estado de alerta constante, con sobresaltos ante ruidos fuertes o movimientos inesperados.
  • Desgano y apatía: falta de motivación para realizar tareas cotidianas, higiene personal o trabajo, a menudo interpretado como pereza por observadores externos.
  • Tristeza y llanto fácil: episodios de llanto sin motivo aparente o una sensación de angustia que oprime el pecho.
  • Alteraciones del sueño: dificultad para conciliar el sueño, despertares nocturnos agitados o pesadillas vívidas.

Reacciones físicas

El mal del espanto no se limita solo a la mente; el cuerpo manifiesta el estrés crónico de formas muy específicas. Una de las señales más distintivas es la pérdida notable de apetito, que en términos médicos se conoce como anorexia. La persona puede sentir repulsión hacia la comida o simplemente olvidar alimentarse, lo que conduce a una pérdida de peso rápida y a una debilidad generalizada que agrava el cuadro.

Fisiológicamente, es habitual que se presenten problemas digestivos como dolor de estómago, diarrea o vómitos, reflejando la conexión directa entre el sistema nervioso y el digestivo ante situaciones de tensión. Además, muchos afectados reportan temblores involuntarios o una sensación persistente de frío, especialmente en las extremidades, que no desaparece con el abrigo y que culturalmente se asocia a la falta de calor vital.

El síndrome del corazón roto y corazón feliz ¿Se puede morir de amor o de alegría?
El síndrome del corazón roto y corazón feliz ¿Se puede morir de amor o de alegría?

Felipe perdió a su esposa María hace un par de días. Desde que no está tiene un profundo dolor físico...

Lectura Recomendada

Causas y factores de riesgo

El desencadenante principal de este síndrome es siempre un acontecimiento que la persona percibe como amenazante, sorpresivo o incluso violento. No es necesario que el peligro sea mortal desde un punto de vista objetivo; lo determinante es la intensidad de la impresión subjetiva. Accidentes de tráfico, caídas, encuentros con animales peligrosos o presenciar actos de violencia son causas frecuentes que pueden detonar la reacción de ‘susto’.

Sin embargo, no todas las personas que sufren un susto desarrollan la enfermedad. Existen factores de vulnerabilidad individual que juegan un papel importante. Los niños son considerados especialmente susceptibles debido a su inmadurez emocional y física. Del mismo modo, personas que ya atraviesan periodos de estrés, debilidad física o enfermedades previas tienen menos recursos para gestionar el impacto del evento traumático.

El contexto cultural y las creencias previas también influyen significativamente. Si tú has crecido en un entorno donde el mal de espanto es una realidad aceptada, tu mente tiene un ‘molde’ preexistente para interpretar el malestar posterior a un susto bajo esta etiqueta. El entorno social y familiar puede reforzar esta interpretación, validando los síntomas y encauzando la búsqueda de ayuda hacia soluciones tradicionales.

Cómo saber si es espanto u otro problema

Distinguir el mal de espanto de diagnósticos psiquiátricos formales puede ser un desafío, ya que existe un gran solapamiento de síntomas. Cuadros como la depresión mayor comparten la tristeza profunda, la falta de apetito y el insomnio. Por otro lado, el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) presenta la misma raíz: un evento traumático seguido de hipervigilancia, pesadillas y evitación.

La diferencia principal suele radicar en la narrativa del paciente y en ciertos síntomas específicos culturales. Mientras que en la depresión la causa puede ser difusa o multifactorial, en el espanto se identifica un evento concreto (el susto) como el origen del mal. Además, la sensación literal de ‘pérdida de alma’ o vacío espiritual es una experiencia cualitativa distinta a la anhedonia típica de la depresión clínica.

Es importante destacar que no existen análisis de sangre ni pruebas de imagen para confirmar este síndrome. Los profesionales de la salud, tanto médicos como psicólogos, realizan entrevistas clínicas para descartar primero problemas orgánicos urgentes (como infecciones o desequilibrios hormonales) y luego evaluar si los síntomas cumplen criterios de trastornos mentales comunes, respetando siempre la explicación que tú das a tu propio malestar.

Tratamiento del mal del espanto

El abordaje más efectivo para recuperar la salud suele ser aquel que integra el respeto por las creencias personales con los recursos de la salud mental. La recuperación no tiene por qué ser una elección entre la medicina tradicional y la psicología; ambas pueden coexistir y complementarse. El objetivo final es devolver la sensación de seguridad, control y vitalidad a la persona afectada.

Para muchas personas, el alivio solo comienza cuando su sufrimiento es reconocido bajo sus propios términos culturales. Ignorar la dimensión espiritual del ‘susto’ puede hacer que el paciente se sienta incomprendido y abandone cualquier tratamiento. Por ello, un enfoque colaborativo donde se permite la realización de prácticas tradicionales seguras mientras se atienden los síntomas clínicos suele ofrecer los mejores resultados.

1. El papel de las «limpias» y los rituales de curación

Las prácticas tradicionales, como las ‘limpias’ con ramas, el uso de huevos, los baños de hierbas o el ritual del ‘llamado del alma’, cumplen una función terapéutica valiosa dentro de su contexto cultural. Más allá de su posible efecto espiritual, estos rituales actúan como potentes herramientas de contención emocional. Proveen un espacio estructurado donde la comunidad o la familia validan el dolor del individuo y le brindan apoyo tangible.

Desde la psicología, se reconoce que estos actos simbólicos pueden reducir significativamente la ansiedad gracias al efecto placebo y a la sugestión positiva. Al realizar un ritual de cierre o recuperación, el cerebro recibe la señal de que el peligro ha pasado y de que se están tomando medidas activas para sanar. Siempre que estas prácticas sean seguras, no invasivas y no sustituyan la atención médica en casos graves, pueden ser grandes aliadas en el proceso de recuperación.

2. Terapia psicológica y manejo del trauma

La intervención psicológica profesional se enfoca en procesar el evento traumático para que deje de generar síntomas en el presente. Terapias como la cognitivo-conductual ayudan a identificar y modificar los pensamientos de miedo persistente, mientras que las terapias enfocadas en el trauma permiten integrar el recuerdo del susto sin que este active una respuesta de alarma constante en el cuerpo.

En consulta se enseñan técnicas de regulación emocional, respiración y relajación para reducir la hipervigilancia física. Si los síntomas de insomnio o ansiedad son muy severos e impiden el funcionamiento diario, el profesional puede derivar a un médico para valorar apoyo farmacológico temporal, siempre como complemento al trabajo terapéutico y nunca como única solución.

Los trastornos mentales mas sorprendentes
Los trastornos mentales mas sorprendentes

El señor P. era un eminente músico que había acudido a la consulta de un neurólogo porque tenía problemas para...

Lectura Recomendada

  • Susto as a cultural conceptualization of distress. Transcultural Psychiatry. https://www.ovid.com/journals/tpsy/fulltext/10.1177/13634615231163986~susto-as-a-cultural-conceptualization-of-distress-existing
  • El espanto, una enfermedad culturalmente delimitada. UNAM Global. https://unamglobal.unam.mx/global_revista/el-espanto-una-enfermedad-culturalmente-delimitada/
  • Diagnóstico del susto y eficacia de su tratamiento basado en el ritual chamánico. Universidad César Vallejo. https://cris.ucv.edu.pe/es/publications/diagn%C3%B3stico-del-susto-y-eficacia-de-su-tratamiento-basado-en-el-r/
  • El oficio de curar el espanto entre los otomíes del norte del Estado de México. Raíces: Revista de Ciencias Sociales y Políticas. https://camjol.info/index.php/raices/article/view/14486
Mguerri

Marta Guerri es Licenciada en Psicología por la UOC y Diplomada en Enfermería por la UB. Es Psicóloga General Sanitaria, con un Máster en Terapia de la Conducta y la Salud, Postgrado en Terapia Familiar Socioeducativa, y un Postgrado en Salud Mental y Psiquiatría por la Universitat de Barcelona (UB). Ha trabajado en terapia con familias con vulnerabilidad social en el Servicio de Orientación y Acompañamiento a Familias (SOAF) y actualmente ejerce de Psicóloga en la Clínica Fertty, donde se dedica a la atención de pacientes y donantes en tratamientos de fertilidad. Además, es miembro de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), donde dirige uno de los grupos de estudio dedicado a la atención de donantes y ha realizado distintas ponencias sobre este tema. Es CEO y gestora de contenidos de Psicoactiva.com, un portal líder en psicología, que ha crecido hasta convertirse en una comunidad de referencia en el ámbito de la psicología y las neurociencias. Marta ha publicado varios libros sobre psicología y salud emocional, incluyendo "Inteligencia Emocional, una guía útil para mejorar tu vida" y "Entrenamiento mental para mejorar tu inteligencia" de la editorial Mestas Ediciones. Además, a través de su trabajo voluntario con la asociación Cracbaix, se dedica a asesorar a las familias con hijos de Altas Capacidades Intelectuales.