100 frases o máximas de François de La Rochefoucauld

Verificado Redactado por Marta Guerri el 19 enero 2020. Artículo revisado, actualizado y verificado por nuestro equipo de psicólogos el 18 mayo 2023.
Descubre las mejores frases y máximas de François de La Rochefoucauld, el filósofo y moralista del Barroco francés.

François VI, duque de Rochefoucauld o Príncipe de Marcillac (1613 – 1680) fue un importante filósofo, escritor y moralista del Barroco francés.

No hay libro de citas que no aparezca en algún momento una frase de Françoise de la Rochefoucauld. El duque de la Rochefoucauld vivió en el tiempo que se denomina Gran Siécle, donde los cortesanos solían entretenerse elaborando máximas o sentencias, pero fue él quien dio verdadero sentido a las máximas y su influencia fue decisiva a lo largo de los siglos siguientes. El pensamiento de Rochefoucauld está recogido en sus Reflexiones morales o Máximas, vieron la luz, muchos cortesanos se estremecieron: Lo que había comenzado como un juego de salón se había convertido en un verdadero ataque a la hipocresía de la estupidez reinante.

Este era Rochefoucauld, un noble que, con ingenio, como si de un juego se tratase, retira el velo de la falsedad y pone al descubierto todas las debilidades y todos los vicios del hombre. Como dijo aquella señora que leyó aterrorizada sus máximas: «¡Después de leer este libro, se da cuenta que no hay virtud en nada de lo que hacemos!».

Hoy te presentamos algunas de sus mejores citas, no te las pierdas.

Citas célebres de François de La Rochefoucauld

Nunca somos tan felices ni tan desdichados como nosotros creemos.

Estamos tan acostumbrados a disfrazarnos para los demás, que al final nos disfrazamos para nosotros mismos.

Todos poseemos suficiente fortaleza para soportar la desdicha ajena.

El amor, como el fuego, no puede subsistir sin un movimiento continuo y muere en cuanto deja de esperar o de temer.

Ponemos más interés en hacer creer a los demás que somos felices que en tratar de serlo.

La verdadera prueba de que se ha nacido con grandes cualidades estriba en haber nacido sin envidia.

La virtud no iría muy lejos y la vanidad no la hiciese compañía.

Si en algunos hombres no aparece el lado ridículo, es que lo hemos buscado bien.

A veces es necesario hacerse el tonto para evitar ser engañado por los sujetos demasiado listos.

Tres clases hay de ignorancia: no saber lo que se debería saber, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no se debería saber.

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Pocas cosas vas tan para hacer feliz a un hombre sensato; pero nada puede satisfacer a un necio: Por eso son desdichados casi todos los hombres.

El que vive sin alguna locura no es tan sabio como se imagina.

Cuando nuestro odio es demasiado profundo, nos coloca por debajo de aquellos a quienes odiamos.

Hemos hecho una virtud de la moderación para atajar la ambición de los poderosos y para consolar a los mediocres de su poca fortuna y de su poco mérito.

No hay tonto más tonto y molesto que el tonto ingenioso.

Es más necesario estudiar a los hombres que a los libros.

La constancia de los sabios no es sino el arte de encerrar su agitación en su corazón.

Los que se aplican demasiado a las cosas pequeñas, si hacen casi siempre incapaces de las grandes.

Pocos hombres son lo suficientemente sabios como para preferir la censura que les hace justicia, a la alabanza que los traiciona.

La mayoría de la gente no juzga a sus semejantes sino por su buena o mala fama o por su buena o mala fortuna.

El esfuerzo corporal nos libra de los dolores espirituales: Por eso son felices los pobres.

Las personas afortunadas no suelen corregirse: Siempre creen estar en posesión de la razón, cuando la fortuna viene en apoyo de sus malas acciones.

La cortesía se practica para que se observe también con nosotros y para que se nos tome por personas bien educadas.

Nunca somos tan ridículos por los hábitos que tenemos que por los que aceptamos tener.

Los hombres no vivirían mucho tiempo en sociedad si nos engañaran unos a otros.

En la adversidad de nuestros mejores amigos solemos encontrar algo que no nos desagrada.

El silencio es el partido más seguro para el que desconfía de sí mismo.

La debilidad de carácter es el único defecto que no se puede enmendar.

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La felicidad o la desgracia de los hombres depende no menos de sus cualidades que de su fortuna.

Los vicios entran en la composición de las virtudes como los venenos en la de las medicinas. La prudencia los reúne y los cambia para utilizar los beneficiosamente contra los males de la vida.

En la amistad, como en el amor, solemos ser más felices con las cosas que ignoramos acerca de aquellos con quienes nos une el afecto.

Hay una cierta clase de amor cuyo exceso impide sentir celos.

El mundo recompensa antes las apariencias de mérito que al mérito mismo.

Perdonamos fácilmente a nuestros amigos los defectos en que nada nos afectan.

En los celos hay más amor propio que amor.

La verdadera elocuencia consiste en no decir más de lo que es preciso.

El verdadero valor consiste en hacer uno sin testigos lo que sería capaz de hacer ante todo el mundo.

Si juzgamos el amor por la mayor parte de sus efectos, se parece más al odio que a la amistad.

Conocer las cosas que lo hacen a uno desgraciado, ya es una especie de felicidad.

Es necesario tener tanta discreción para dar consejos como docilidad para recibirlos.

Es muy difícil que dos que ya no se aman riñan de veras.

La libre comunicación de los pensamientos y las opiniones es uno de los derechos más preciados por el hombre.

Cuanto más se ama a un amante, más cerca se está de odiarle.

Si quieres tener enemigos, supera a tus amigos; si quieres tener amigos, deja que tus amigos te superen.

Nuestra envidia dura siempre más que la dicha de aquellos que envidiamos.

Lo que los hombres llaman amistad no es otra cosa que una alianza, una armonización recíproca de intereses, un intercambio de favores; en realidad, no es más que un sistema de trueque en el que el amor se propone siempre lograr alguna ventaja.

El mejor medio de conservar los amigos es no pedirles ni deberles nada.

Para tener éxito debemos hacer todo lo posible por parecer exitosos.

Es más fácil conocer al hombre en general que a un hombre en particular.

Confesamos nuestros pequeños defectos para persuadirnos de que no tenemos otros mayores.

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El deseo de parecer listo impide el llegar a serlo.

Lo que hace que los amantes no se aburran nunca de estar juntos es que se pasan el tiempo hablando siempre de sí mismos.

Si tuviésemos suficiente voluntad casi siempre tendríamos medios suficientes.

Más traiciones se cometen por debilidad que por un propósito firme de hacer traición.

La esperanza y el temor son inseparables y no hay temor sin esperanza, ni esperanza sin temor.

Establecemos reglas para los demás y excepciones para nosotros.

El amor propio es el mayor de los aduladores.

La verdad no hace tanto bien en el mundo como el daño que hacen sus apariencias.

No se debe juzgar a un hombre por sus cualidades, sino por el uso que hace de ellas.

El daño que hacemos no nos trae tantas persecuciones y odios como nuestras buenas cualidades.

La inteligencia no podría representar mucho tiempo el papel del corazón.

Con frecuencia nos avergonzaríamos de nuestras más hermosas acciones, si el mundo supiera todos los motivos que las producen.

Los espíritus mediocres suelen condenar todo aquello que está fuera de su alcance.

La gratitud de muchos no es más que la secreta esperanza de recibir beneficios nuevos y mayores.

Se perdona mientras se ama.

No hay disfraz que pueda largo tiempo ocultar el amor donde lo hay, ni fingirlo donde no lo hay.

La intención de no engañar nunca nos expone a ser engañados muchas veces.

Si una persona parece cuerda es sólo porque sus locuras son proporcionadas a su edad y estado.

Los celos nacen del amor, pero no mueren con éste.

Cuando no se encuentra descanso en uno mismo, es inútil buscarlo en otra parte.

Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera.

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Hay pocas mujeres decentes que no estén cansadas de su oficio.

No se elogia, en general, sino para ser elogiado.

Todo el mundo se queja de no tener memoria y nadie se queja de no tener criterio.

El placer del amor consiste en amar, y se es más feliz por la pasión que se siente que por la que se inspira.

Como pretendes que otro guarde tu secreto si tú mismo, al confiárselo, no los has sabido guardar.

El medio más fácil para ser engañado es creerse más listo que los demás.

Solemos perdonar a los que nos aburren, pero no perdonamos a los que aburrimos.

Prometemos según nuestras esperanzas y cumplimos según nuestros temores.

No hay accidente, por desgraciado que sea, del que los hombres hábiles no obtengan provecho.

Hay reproches que alaban, y alabanzas que reprochan.

Cuando los grandes hombres se dejan abatir por la duración de sus infortunios dejan de ver que no lo soporta van si no por la fuerza de su ambición, y no por la de su alma, y que, vanidad grande más o menos, los héroes están hechos como los demás hombres.

Si no tuviéramos defectos no sentiríamos tanto placer descubriendo los de los demás.

Para hacerse una posición en el mundo, es preciso hacer todo lo posible para hacer creer que ya se tiene.

La hipocresía es un homenaje que el vicio rinde a la virtud.

Un amigo verdadero es el más grande de todos los bienes y el que menos nos cuidamos de adquirir.

A menudo se juzga a los hombres por el crédito de que gozan o por las riquezas que poseen.

No se desprecia a todos los que tienen vicios, pero sí a los que no tienen ninguna virtud.

Aunque los hombres se jacten de sus grandes acciones, muchas veces no son el resultado de un gran designio, sino puro efecto del azar.

Las personas afortunadas se corrigen poco: Creen tener siempre razón mientras la fortuna sostiene su mala conducta.

Ponemos más interés en hacer creer a los demás que somos felices que en tratar de serlo.

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No solemos considerar como personas de buen sentido sino a los que participan de nuestras opiniones.

La ausencia disminuye las pequeñas pasiones y aumenta las grandes, como el viento que apaga las velas y aviva las hogueras.

Es más vergonzoso desconfiar de los amigos que ser engañado por ellos.

Hay muchos remedios que curan el amor; pero ninguno infalible.

Nunca otra cosa damos con tanta liberalidad como nuestros consejos.

Para mí, la belleza es la maravilla de las maravillas. Sólo los superficiales no juzgan por las apariencias. El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo invisible.

La confianza sirve en las conversaciones más que el ingenio.

Los hombres no vivirían mucho tiempo en sociedad si no se engañaran unos a otros.

La gloria de los grandes hombres debe medirse siempre por los medios que han empleado para adquirirla.

El orgullo, que nos inspira tanta envidia, a menudo nos sirve también para moderarla.

Los apellidos famosos, en lugar de enaltecer, rebajan a quienes no saben llevarlos.

La vejez es un tirano que prohíbe, bajo pena de muerte, todos los placeres de la juventud.

La filosofía triunfa con facilidad sobre las desventuras pasadas y futuras, pero las desventuras presentes triunfan sobre la filosofía.

La adulación es una moneda falsa que tiene curso gracias sólo a nuestra vanidad.

El verdadero amor es como los espíritus: todos hablan de ellos, pero pocos los han visto.

Los celos se nutren de dudas y la verdad los deshace o los colma.

A los viejos les gusta dar buenos consejos, para consolarse de no poder dar malos ejemplos.

Amamos siempre a los que nos admiran, pero no siempre a los que admiramos.

Hablamos muy poco, excepto cuando la vanidad nos hace hablar.

La verdadera prueba de que se ha nacido con grandes cualidades estriba en haber nacido sin envidia.

Ni el sol, ni la muerte pueden mirarse fijamente.

Mguerri

Marta Guerri es Licenciada en Psicología por la UOC y Diplomada en Enfermería por la UB. Es Psicóloga General Sanitaria, con un Máster en Terapia de la Conducta y la Salud, Postgrado en Terapia Familiar Socioeducativa, y un Postgrado en Salud Mental y Psiquiatría por la Universitat de Barcelona (UB). Ha trabajado en terapia con familias con vulnerabilidad social en el Servicio de Orientación y Acompañamiento a Familias (SOAF) y actualmente ejerce de Psicóloga en la Clínica Fertty, donde se dedica a la atención de pacientes y donantes en tratamientos de fertilidad. Además, es miembro de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), donde dirige uno de los grupos de estudio dedicado a la atención de donantes y ha realizado distintas ponencias sobre este tema. Es CEO y gestora de contenidos de Psicoactiva.com, un portal líder en psicología, que ha crecido hasta convertirse en una comunidad de referencia en el ámbito de la psicología y las neurociencias. Marta ha publicado varios libros sobre psicología y salud emocional, incluyendo "Inteligencia Emocional, una guía útil para mejorar tu vida" y "Entrenamiento mental para mejorar tu inteligencia" de la editorial Mestas Ediciones. Además, a través de su trabajo voluntario con la asociación Cracbaix, se dedica a asesorar a las familias con hijos de Altas Capacidades Intelectuales.